Periodismo y Cuentos

lunes, 15 de noviembre de 2010

Marcando nuevos caminos

País Aborigen presentó su nuevo disco, “Donde quiera que vayas”, en el Teatro Marechal de Moreno. Con la producción artística de Pablo “Bocha” Otero, se sumergió en sonidos nuevos y el crecimiento de la banda se vio reflejado, tanto en el material como arriba del escenario.

Eran las 17 horas cuando llegaron al Teatro Marechal. Se colocó la escenografía. Sabían lo que podía pasar. Armaron todos los instrumentos y a las 19.45 se escucharon los primeros sonidos de prueba. ¿Sabían lo que iba a pasar? Sí, algo intuían.

Ya eran las 20.10. Los actores repasaron lo ensayado. Luego se hizo notar el bombo de la batería, mientras de fondo sonaban los instrumentos de vientos que provenían de los camarines y daban un indicio de lo que se aproximaba. ¿A esa altura, sabían lo que se aproximaba? Sí, lo suponían.

Faltaban 13 minutos para las 21 y Ariel Acuña aprovechó para lustrar el bajo. Seguían probando las guitarras, la percusión, la trompeta, el saxo. Hasta que a las 21.19 se escuchó desde arriba del escenario el grito a modo de saludo: “¡Bocha!”. Se fueron de escena y sólo faltaba salir a tocar. Realmente, ¿Tenían idea de lo que iba a pasar? Sí, estaban seguros.

Todos los condimentos estaban listos y, a pesar de que no había ningún cocinero a la vista, el plato principal fue degustado y ovacionado por todos. Sencillamente, lo que pasó es que País Aborigen dio uno de sus mejores recitales a sala llena, donde el motivo fue la presentación de su nuevo disco “Donde quiera que vayas”.

Las 22.35 fue la hora señalada para salir a escena, aunque el espectáculo ya había arrancado antes con un par de actores que cada vez cosechan más aplausos. Pablo Dubreucq y Gustavo Ferrando hicieron reír a las personas presentes y de esta manera los ánimos empezaron a subir antes de escuchar la música.

Ya con la banda a la vista de todos, sonó Tirano en su nueva versión, dando inicio a una noche larga. Los temas nuevos comenzaron a sucederse uno tras otro: Emigrar, Buscando mi canción (a no desaprovechar ni un párrafo de su letra: “Pasó el agua que debía pasar, volvió el río a su cauce normal”) y ¿Dónde iré? Para estos temas los invitados fueron Juan Pablo Brini en la guitarra y Nacho Prieto en los teclados. Instrumentos que se acoplaron dando muestras que la banda, en cuanto a lo musical, no es la misma que cuando grabó su primer trabajo discográfico.

Más tarde, el indicio que daban los vientos en el ensayo se hacía realidad. Ariel Reinado, el cantante dijo: “vamos a hacer un tema nuestro pero que otra banda lo tocó antes” y Manuel Santillán, el león sonó como si delante de uno estuvieran los mismísimos Cadillacs. Gustavo “Pipa” García se lució con el saxo simulando a Sergio Rotman, acompañado en todo momento por el nuevo integrante del grupo, Facundo Coria, en la trompeta.

Después sería el turno de cantar “No hay peor castigo que la eternidad, nadie muere tantas veces como el inmortal”, declarando una postura frente a la vida en Grita silencio. Seguido a esto, llegaría uno de los momentos más esperados. A las 23.04, Pablo Otero, integrante de Andando Descalzo y productor del disco, y el mismo que fue recibido en la previa con el grito de “¡Bocha!”, se hizo cargo de las teclas para llevar adelante una cumbia funk: Ojos. El tema original además, lleva la voz de Juani Rodríguez, cantante de Andando, y los acordes en manos de Gustavo “Topo” Antuña, guitarrista del Cuarteto de Nos. Pinceladas que hacen inevitable escuchar el tema una y otra vez. Y para redondear el ritmo de cumbia, Julián Piñero, integrante de la familia de País, fue el invitado para tocar el güiro.

Si los aplausos subían en intensidad, qué decir cuando Sergio Tedesco agarró el micrófono para “rapear o hiphopear”, como dijo el cantante durante la prueba de sonido, en italiano. Sonó Lupo, tema de donde sale el nombre del nuevo material, y unos minutos después La misma vida, donde el “Pelado” (grito que se repetía entre la gente), siguió coleccionando ovaciones.

Llegó el momento de un mini-set acústico a cargo de Reinado y Matías Rodríguez Vives, en guitarras y voces, donde lo principal fue el homenaje a Gustavo Cerati, cantando Te llevo para que me lleves. Luego de casi una hora de show, los músicos se fueron a descansar y retornaron a escena los actores, siguiendo el sketch del comienzo donde hubo cargadas para todos los integrantes de País.

De vuelta sobre el escenario y con cambio de ropa, siguieron alternando canciones viejas con las más nuevas. La estrategia, como no podía ser de otra manera, sirvió para que Tedesco y Martín Piñero, con la percusión y batería, se ganaran los aplausos de todo el teatro.

Tal vez, marcó el tiempo para las incertidumbres desde su letra (“Tal vez sea este mal momento, tal vez el tiempo deba contestar…”). La misma incertidumbre que llegó a la gente por culpa del sonido, cuando la guitarra le jugó una mala pasada a Rodríguez Vives, aunque salió airoso con mucha voluntad y con la ayuda del charango que sonaba de fondo tocado por Lucho Katz (Pampa Yakuza). Una vez más estuvo presente aquí el aire Stereo (a pesar de que afuera varios esperaban el micro para ir a ver al Indio Solari en Tandil), cuando Reinado cantó “Yo caminaré entre las piedras, hasta sentir el temblor”.

La estrofa “Te quiero, como la tierra al sol”, fue cantada como pocas veces debido a un nuevo público femenino y con algunos años habiendo escuchado a José Luis Perales. A pedido llegó El halcón y a continuación Lejos (tema que abre el nuevo disco), Yo no vuelvo, el infaltable Latinoamérica y No me des.

Cierre del recital. Saludos que se retribuían desde arriba hacia abajo y las palmas golpeando del público que no paraban. Pasados 25 minutos de la medianoche, hubo tiempo para repetir ¿Dónde iré?, primer corte de difusión y tema que sí marcó la despedida definitiva.

Toda la semana ensayaron para esto y la intuición de lo que podía pasar se terminó concretando. Más influencias, sonidos nuevos, la presencia de un productor, invitados de lujo. Ideado conceptualmente desde la incorporación de una trompeta y llevado a cabo por cada uno de los músicos y la capacidad del “Bocha” Otero para guiarlos.

Todo desembocó en una noche soñada, una de las mejores. País Aborigen sigue siendo la misma banda de siempre, pero a la vez una muy distinta. Un nuevo camino se abre a partir de este disco y no quedará otra que seguirlos donde quiera que vayan.

domingo, 17 de octubre de 2010

Volver para festejar

País Aborigen regresó a los escenarios luego de grabar su segundo disco. El recital al aire libre en Padua, sirvió para mostrar algunas de las canciones nuevas y celebrar el tercer año de vida de la banda.

Lluvia, nubes... El pronóstico que se iba dando durante la semana para el sábado no era del todo favorable. Finalmente, el sol se hizo notar y fue testigo mientras País Aborigen ultimaba los arreglos del sonido, previos a cada show. La música en sí, se presentó con la temperatura que iba bajando a causa del mismo sol que se escondía entre los edificios de Padua. Pero, por si pasó por alto, lo más importante fue la música. Sí, País Aborigen volvió al ruedo de los recitales con novedades importantes.

Pasaron casi cinco meses desde su última aparición, precisamente en el mismo lugar, el Parque Cultural de Padua. Este encuentro, ante un público donde cada vez van surgiendo más caras nuevas, sirvió como excusa para compartir una tarde en la que se presentó por primera vez al trompetista Facundo Coria; mostrar algunas canciones nuevas que estarán en el segundo disco, próximo a salir; y festejar los tres años de existencia de la banda. Banda que crece y crece…

Como ya es costumbre, la guitarra le dio paso a Latinoamérica y así arrancó. Una hora de temas, en donde repasaron su primer trabajo y donde aprovecharon para ir mechando con otras canciones como “Te quiero” (cada vez más gritada por la gente en la parte del estribillo) y “Manuel Santillán, el león”, que sale a escena cada tanto. Obviamente, como quedó dicho, hubo tiempo para sacar a la luz algunos de los temas que formarán parte de “Donde quiera que vayas”, el segundo disco de País.

Es por esto que las pinceladas del atardecer pasaron por el buen sonido de todos los instrumentos, la fuerza que le agrega a los vientos una trompeta sonando a la par del saxofón y, como no podía ser de otra manera, el grito de “pelado, pelado” dirigido hacia el percusionista en “La misma vida”. Fue así que pasaron “Tirano” (en su nueva versión), “No hay más” y “La estrategia”, entre otros. Por su parte, “Llegan las aguas” marcó nuevamente el cierre y la vuelta a la ciudad de Paso del Rey.

Con un mayor grado de maduración y terminando de lograr una consolidación de sus integrantes, este nuevo disco traerá novedades importantes, ya que por ejemplo contó con la participación de músicos de Pampa Yakuza, Andando Descalzo y de la ya disuelta Intoxicados.

Los adelantos que se escucharon en la tarde de Padua, dan ganas de tener el nuevo trabajo en las manos y habrá que esperar algunas semanas para eso. La mejor manera de presentarlo en sociedad será a sala llena en el Teatro Marechal de Moreno, el 12 de noviembre. Fecha para agendar y resaltar con marcador.

domingo, 14 de marzo de 2010

Cuento

Ansias de gol

Era tal la sequía de goles que llevaba dentro de su alma, que Carlos Maidana ya no sabía que hacer. Por su vida habían pasado un par de brujas, varios tarotistas, recorridas por iglesias que encontraba en el camino y muchas cosas más. De cada una de éstas, recogía agua bendita con la que terminaba mojando sus botines, las redes del arco y toda pelota que encontrara. Todo con el objetivo de recobrar lo que tanto sabía hacer y que parecía que se lo había olvidado de la noche a la mañana: el gol. El tantas veces gritado, festejado, aclamado, preponderado y bendito gol.

Carlos Maidana era uno de esos jugadores que nunca tuvo demasiada suerte en cuanto al progreso de su carrera. Toda su vida deambuló por equipos del ascenso. Con mucha notoriedad dentro de la categoría, por la cantidad de goles que anotó, pero que, como tantos otros denominados “jugadores del ascenso”, nunca tuvo la oportunidad de probar suerte en la elite del fútbol. Con sus 32 años, él ya tenía en claro que iba a terminar su carrera deportiva allí mismo, que nunca iba a llegar a conocer lo que significaba pisar el césped de un Monumental, de una Bombonera. Lo sabía y se conformaba con lo que tenía porque se sentía cómodo donde estaba. Todos los hinchas de los clubes por los que pasó lo admiraban, casi ídolo para todos. Era de esos jugadores dotados técnicamente y con una fuerza importante, complementos ideales para un nueve de área como lo era él y que le valieron el apodo de “Tanque”, apenas original para la época.

El problema llegó cuando, en la fecha 12 del campeonato de la C, desperdició una chance de gol tan clara, que el único relator que estaba en la cancha lo gritó un par de segundos antes de que le llegara la pelota a los pies de Maidana. Se sabía de antemano, por su historia de nueve, que cada pelota que tocaba dentro del área chica terminaba en gol, no había otra opción, era esa y únicamente esa. A partir de ahí comenzó una persecución feroz. No contra él, sino de él mismo, pero para encontrar ese gol que se le había escapado hacia vaya a saber donde.

En sus casi 500 partidos oficiales había anotado 382 goles. Una marca inusual para un jugador del ascenso, que daba en cuenta la calidad de delantero que siempre fue. Su peor etapa como futbolista tuvo que ver apenas con un par de desgarros que sufrió, ya hace varios años y que le hicieron perderse un puñado de partidos. Claro, nunca había pasado por una situación como esta. Acostumbrado a la gloria (del ascenso) y a los seis campeonatos obtenidos, nunca se imaginó que le iba a llegar este problema. Sí señores, el gol se había ido de su vida.

Esa tarde en la cancha de Colegiales empezó la terrible historia. El relator se quedó varios segundos callado. No supo cómo reaccionar y, sobre todo, cómo explicarle a los oyentes que el gol que gritó no fue gol. Y más teniendo en cuenta que se trataba nada más y nada menos que del “Tanque” Maidana. El propio jugador nunca supo qué fue lo que le pasó aquella tarde, si se encandiló por el sol que lo tenía justo enfrente, si se tropezó, como tantas veces por el estado del campo de juego o porqué. Fue tal la angustia que le agarró que durante los últimos 29 minutos que quedaban del partido no volvió a tocar la pelota. Argentino de Merlo, su equipo, perdió 1 a 0.

Noches y noches pasaron y el sueño que tenía (a esa altura ya pesadilla), con él de protagonista, era más que recurrente. Ahí se veía él mismo, dentro del área chica, con un arquero totalmente desparramado, con tres defensores detrás de él que tenían en sus ojos el tobillo suyo... La pelota que le va llegando y la punta del botín derecho que la termina mandando a la calle, dándole a un par de perros que se estaban peleando. Y luego de despertar, lo esperaba el entrenamiento... Las horas de psicólogo apenas pudieron hacerlo sobrellevar de la mejor manera posible esta mochila más que pesada.

La persecución hacia el gol se hizo interminable. Tan interminable que hasta el día de hoy lo sigue buscando. Claro, no en una cancha profesional. Ya tiene 38 años y el arco que está en la esquina de su casa le sigue siendo esquivo cada vez que juega con amigos. Un año antes, cansado de que el gol se le fuera de su vida para siempre no dudó en colgar los botines. Algunos aseguran que por las madrugadas se lo puede ver en esa canchita pateando una pelota vieja, aunque nunca gritando un gol...