Periodismo y Cuentos

lunes, 2 de mayo de 2011

Noche freak en el Oeste

Cuarteto de Nos brindó un gran show en Haedo repasando sus exitosos “Raro” y “Bipolar”. Hubo muchas bromas y alguna que otra sorpresa. Antes, País Aborigen abrió la fecha de manera impecable.

Fue una noche donde se revalidó lo que se tenía que revalidar. Por una parte, el brillo de una banda consagrada como Cuarteto de Nos, que ratificó los laureles conseguidos en el Oeste del Gran Buenos Aires, y por otro lado, el idilio en aumento de los fanáticos cuarteteros con País Aborigen. El resultado final tuvo una mezcla de ritmos entre ambas bandas y el mismo sentimiento por parte de la gente, expresado en cada salto, cada grito y cada gota de sudor, en medio de una noche donde fuera del Auditorio de Haedo, el frío aumentaba.

El puntapié inicial lo dio la banda de Paso del Rey y sirvió como excusa perfecta para seguir presentando su reciente disco “Donde quiera que vayas”. Vestidos para la ocasión, tiraron un tema atrás de otro y los primeros saltos llegaron con el rockero Te quiero, de José Luis Perales. Luego le sucedieron ¿Dónde iré? (primer corte de difusión), Ojos, Tirano, Emigrar, y así comenzaron definitivamente a ganarse a la gente. Aunque la conexión entre ambas partes ya provenía desde el año pasado, cuando también compartieron escenario con el Cuarteto en San Justo.

De esta manera, País siguió demostrando en vivo el progreso ya palpable en su último trabajo discográfico. Con un sonido muy bueno, aprovecharon para lucirse, tanto con los instrumentos como en la conexión con el público, especialmente Ariel Reinado, el cantante, al cual se lo vio más suelto que de costumbre. Lo mismo que el percusionista Sergio Tedesco, gritando “Io sono e lupo!”, tema de donde sale la frase que le da nombre al disco.

Llegó el momento de La estrategia, con el ensamble de percusión y batería ya clásico que anunciaba el final de su show. Por último, sonó Lejos, canción que marcó el cierre definitivo. Las pseudo corbatas que tenían puestas volaron hacia la gente, que les respondió con un fuerte aplauso merecido, marcando el crecimiento de esta relación.

Inmediatamente, el grito de “Cuarteto” empezó a retumbar en las paredes del Auditorio y, si la previa con País Aborigen fue más que buena, qué decir del plato principal que ya estaba por llegar.

Pasaron algunos minutos y, entre medio del humo que salía del escenario y las luces tenues, empezaron a vislumbrarse cinco siluetas con sus instrumentos a cuestas. Con la intro correspondiente, se comenzó a escuchar los acordes de Bipolar y la gente explotó. Desde el inicio ya se preveía que iba a resultar difícil seguirle los pasos a Roberto Musso a la hora de escupir tantas palabras seguidas. Seguido a esto, una catarata de hits fueron pasando, mezclando sus rarezas y bipolaridades, demostrado esto en Ya no sé qué hacer conmigo, Así soy yo o Mírenme, una de las primeras en generar un pogo masivo.

Llegó el turno de Santiago Tavella para agarrar el micrófono y cantar Malherido. El bajo quedó a cargo de su tocayo, Santiago Marrero, y Gustavo “Topo” Antuña comenzó a demostrar su virtuosismo con la guitarra. Para los más nostálgicos también hubo un premio: “Una canción muy vieja, tanto que cuando la hicimos Tavella era muy chico”, dijo el cantante y arrancaron con Corazón maricón. “La diferencia es que hace veinte años, Santiago corría por el escenario”, terminó diciendo Musso al final del tema.

Las bromas llegaron a la altura de las canciones y esto era ayudado por una pantalla que iba mostrando algunos videos que contradecían las palabras de los músicos en vivo. Los aplausos más grandes se los llevó el comentario del cantante: “Le hace falta una así de grande”, en referencia a un supuesto cover de Nada me da satisfacción que canta Celine Dion.

En vísperas del día del trabajador, Musso comenzó a llenar un formulario en una máquina de escribir a modo de currículum, mientras que se describía brevemente. Seguido a esto, una vez más la gente se encendió con El hijo de Hernández, tema donde la banda no sólo aclara quien no es, sino que además marca sus principios y valores (“Sé de donde vengo, sé donde voy, por eso sé donde estoy, y no me avergüenza lo que soy…”).

Un último recuerdo más lejano con Al cielo no y comenzó la recta final con la pobre vida de un empleado de oficina en Miguel gritar. Yendo a la casa de Damián sirvió para despedirse provisoriamente y volver al escenario para mostrar su narcisista Me amo.

Como frutilla del postre, Musso dejo el micrófono sin antes decir: “Ustedes crearon este monstruo”, cediendo su lugar de protagonismo. Es por esto que, altamente improvisada, pero sin embargo muy festejada, fue la presencia por única vez de Álvaro Pintos delante de sus compañeros, cantando Yo soy Alvin, el batero, en donde manifestó su disgusto: “como todo buen golero, siempre solo, siempre atrás”. Las risas hicieron eco con el “Están tocando mal ¡Toquen bien!”, de parte del baterista hacia los demás músicos, mientras que los fanáticos ayudaron con la letra.

La noche fría no se sintió para nada aunque se cantara “Alguien que dé calor” en Invierno del 92. Una ovación más para despedir a los uruguayos marcó el fin del recital y otra muestra más de hermandad rioplatense se vio reflejada en País Aborigen y Cuarteto de Nos, compartiendo público y escenario.

Ese calor que se pidió estuvo presente desde el inicio, por la gente y por todos los músicos que pasaron por el Auditorio Oeste en esa noche. Después de todo, el agite, sea uruguayo o argentino, está en el oeste y esta vez fue bien freak.