Periodismo y Cuentos

domingo, 7 de junio de 2009

Historia de vida

05/09/2005

La vida después de Cromagnón

Diego Casciato, estudiante de periodismo deportivo, cuenta cada detalle de la noche trágica del 30 de diciembre. Revive los pensamientos que tuvo en ese momento y los que aún hoy mantiene vivos.

Desde el momento en que llegó al lugar, pasando por el horrible instante en que sacaba gente deseando que estén vivos, hasta que volvió a su casa sin terminar de entender todo lo que había pasado y también los días posteriores hasta llegar a hoy. Las imágenes y los recuerdos que se le vienen a la cabeza uno tras otro. Revive la noche trágica de Cromagnón como si recién acabara de ocurrir y todavía sin palabras para poder explicar lo que sintió y lo que aún siente. Diego Casciato, estudiante de periodismo deportivo y a punto de recibirse, rememora el último 30 de diciembre y cuenta que ahora “valoro más las cosas. Disfruto la vida, la familia”.

Dos meses son los que estuvo sin salir a bailar o sin ir a algún recital y, cuando fue, el cartelito verde de “SALIDA” fue lo primero en que fijó su mirada. Esas son algunas de las consecuencias que tuvo que sufrir, luego de que esa maldita bengala (junto con la corrupción, la negligencia, y la ambición de poder y dinero, entre otras cosas, que caracterizan a los argentinos) acabara con casi 200 vidas. “Pensamos que se apagaba y seguía”, relata Casciato, teniendo en cuenta que semanas anteriores al hecho habían ocurrido principios de incendios en el mismo lugar, que terminaron en la nada.

Treinta o cuarenta segundos pasaron desde que Callejeros empezó el show con el tema “Distinto” cuando las llamas comenzaron a ganarle al local. “Hasta ese momento, las bengalas eran algo lindo, natural”, comenta. Y cuando se habla de la banda, reconoce que pueden tener algo de culpa, aunque “así como les pasó a ellos, les pudo haber pasado a cualquiera. Yo, sin dudas, volvería a ir para verlos tocar”.

Tampoco tuvo dudas a la hora de meterse de nuevo en el lugar lleno de fuego y humo para sacar personas: “No pensé si tenía que entrar o no, igual lo haría”. Y con el triste y crudo pensamiento de que “ojalá estén vivos”. Luego de todo esto, cuando llegó a su casa, alrededor de las 4 de la mañana, quedó demostrado cómo no terminaba de comprender lo que había sucedido hasta ese momento cuando se encontró con un amigo y le dijo: “Debe haber un montón de heridos”, sin tomar conciencia de lo que había ocurrido.

-¿Qué se te pasó por la cabeza cuando comenzó el incendio?

-No sé si lo podría explicar con palabras, pero en un momento se me apagó el mundo.

La dura frase que sale de su boca, enmarca lo que significó esa noche para las miles de personas que tendrán que soportar con ese dolor para siempre.

Cuando se nombra la palabra culpable, saltan enseguida los nombres de Chabán e Ibarra, y después de pensar algunos segundos y, sin dar más vueltas, dice: “Si los tengo enfrente, los cago a trompadas”. Y aunque fue a las primeras marchas con un pedido de justicia, aclara que no va más por la presencia en éstas de los distintos partidos políticos que tratan de sacar provecho de la situación.

Porque él también es una víctima. Porque cada vez que escucha una sirena, se le vienen las terribles imágenes de Cromagnón. Porque todavía le suena en la cabeza el nombre de Tamara que alguna madre desesperada gritaba en plena desazón. Porque en el siguiente recital al que fue, se quedó en el fondo por temor. Porque, a pesar de que estudia periodismo, lo que salía en los medios sobre el tema “lo viví como víctima, estuve ajeno como periodista”. Y con bronca resalta: “Te da por las bolas los que hablan por hablar y no estuvieron esa noche ahí”.

La impresión que deja Diego al comenzar a hablar queda totalmente olvidada. De esa sensación de que nada le importa, con su pelo largo, su pañuelo al cuello y su figura “desarreglada”, a que se le llenen los ojos de lágrimas a medida que va recordando lo que le tocó vivir, lo marcan tal cual es.

Quizá, se podría decir que en la familia de él, el destino los marcó con distintas tragedias, aunque por suerte ese mismo destino quiso que siguieran adelante todos juntos. En 1968, su padre estuvo en el Monumental, el día de la “Puerta 12”, donde a la salida de un River-Boca murieron 70 personas a causa de otra imperdonable negligencia. Ahora le tocó a él vivir una situación extrema, en la cual, según él, no le dejó secuelas psicológicas graves.

Por todo esto, en la noche de año nuevo, el clásico brindis estuvo acompañado por un emotivo llanto. Un llanto que refleja que el mundo no se le apagó finalmente para él, aunque seguramente, la luz que brilla sobre él no tiene la misma intensidad que antes.

“Me niego esta noche a olvidar” no sólo es una frase de un tema de Callejeros, sino también es la inscripción que reza en la bandera que hizo Diego Casciato junto con algunos amigos para, justamente, recordar. Que no queden en la nada las casi 200 almas que permanecerán en Cromagnón.

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